Esta costurera enamorada es la gran defensora del Cretácico socialista, el PSOE de siempre, ese Museo de Ciencias Naturales que no se resigna a que un puñetero meteorito les extermine con lo bien que se vive de dinosaurio. Es esperanza de vida y hasta de Triana. Es la cruz de Darwin y de sus disparatadas teorías evolutivas. Nada ha de cambiar para que todo siga igual, que lo de cambiar todo viene siendo muy arriesgado.
La reina del sur es una madre y su amor, esencialmente el propio, se le agrupa en el costado como el dolor al poeta. De ahí que no se le pueda pedir que renuncie a sus hijos, ahora que pretende adoptarnos a todos y ser la madre de Andalucía, la de España y hasta la del cordero. No es apego al sillón ni ansia de poder. Es amor de madre, tan sublime que no admite medias tintas. Es la mano que mece la cuna.
En torno a ella, el socialismo cuaternario se ha agrupado en la única lucha final que conoce, que es la de su propia supervivencia. Díaz aspira a gobernar desde la victoria, aunque sigamos sin saber muy bien para qué.