Las constituciones no suelen llevar nombre y apellidos. Esta sí. El 16 de abril, los turcos votarán en referéndum una reforma constitucional que responde, fundamentalmente, a las aspiraciones de una persona.
La figura de Erdogan suscita grandes pasiones, pero también grandes rechazos. Para una mitad del país encarna el líder que Turquía necesita. Para la otra mitad es un líder autoritario y que confunde sus intereses con los del Estado.
La imagen de Erdogan domina la campaña del “sí”. Así pues, no es extraño que la reforma constitucional esté dividiendo al país en vez de unirlo. Con independencia de cuál sea el resultado, lo que sí sabemos es que se habrá perdido la oportunidad de recomponer un gran pacto político y social tras el intento de golpe de Estado.
En Turquía y fuera de ella se expresan dudas no sólo sobre el contenido sino también sobre el proceso, sobre la desigual capacidad de ambos bandos para poder hacer campaña y transmitir a los electores las razones para inclinar su voto en una u otra dirección.
Hoy habrá que estar pendientes de cómo se desarrolla la jornada electoral. Recordemos que el estado de emergencia sigue en vigor. Así pues, la campaña del “no” parte con clara desventaja. Sin embargo, las encuestas dicen que será un referéndum reñido. Algunas incluso dan una ligera ventaja al “no”. El mero hecho de que tengamos que esperar a la noche de hoyl para saber si se aprueba indica que la fibra democrática sigue latiendo en la sociedad turca.