El desarme de ETA, al igual que el abandono previo del terrorismo, no es el resultado de una evolución política sino la consecuencia de haber perdido todos los pulsos que la banda ha ido echando al Estado y del fracaso de las estrategias que los etarras pretendieron llevar a cabo en los últimos años.
A falta de conocer los detalles de cómo se lleva a cabo ese desarme, se puede asegurar que ese paso no tiene nada de unilateral sino que ha sido forzado.
Es una paradoja, pero la resistencia a deshacerse de sus arsenales se había convertido en un problema para ETA, pero no para los gobiernos de España o Francia.