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sábado, 15 de abril de 2017

A pesar de lo que diga Otegi, tras el desarme, el acto formal de disolución es para los presos una necesidad urgente e imperiosa

Tras el acto de entrega de los arsenales a las autoridades francesas se ha producido de facto la disolución de ETA, pues tanto este hecho como el del cese definitivo de la violencia representan decisiones no sujetas a condición, definitivas e irreversibles, tomadas forzadamente por la organización armada por la delicadísima situación en la que se encontraba, exponente del rotundo fracaso de la vía armada.

Si analizamos lo sucedido desde el punto de vista de los esquemas mentales que para la resolución de la violencia manejaban ETA y la izquierda abertzale, el modelo de cierre que se ha impuesto siempre fue considerada como la alternativa del enemigo, pues entendían que el cese unilateral no condicionado y el desarme representaban la rendición. Su modelo consistía en la negociación entre el Estado y ETA, como representante del pueblo vasco.

Nadie en el mundo de la izquierda abertzale había imaginado que llegaría un día en que ETA se vería obligada a desistir de lo que llamaban ‘conflicto militar’ entre Euskadi y España. Este desenlace no solo era inimaginable para ellos, sino también para ciertos agentes y movimientos sociales que habían teorizado sobre la inevitabilidad del modelo bilateral negociado, en razón a que entendían que entre las partes en conflicto se daba una situación de ‘empate infinito’.

La única alternativa que les quedaba, visto el rotundo fracaso de la violencia, era precisamente la negociación consigo mismos; es decir, entre la organización armada y la izquierda abertzale, que pasaba por aceptar sin ambages que la violencia sobraba y estorbaba.

Tras el desarme, el acto formal de disolución es una demanda políticamente indiscutible, y para los presos una necesidad imperiosa, pues su situación se podrá encarar en mejores condiciones, sin la hipoteca gravosa que representa ETA. Los presos ya no necesitan para nada a una organización inactiva y desarmada, más bien les estorba, aunque no se atrevan a expresarlo.

Por eso, contrariamente a lo que manifestaba Otegi hace dos días, los presos y la izquierda abertzale deberían pronunciarse públicamente sobre la disolución como necesidad inmediata. Como ya lo tienen pensado, en tal situación, los presos hasta ahora llamados de ETA pasarían a autocalificarse ‘como rehenes políticos de la lucha por la liberación de Euskal Herria y como miembros de la izquierda abertzale encarcelados’, como ya se puede leer en los documentos del colectivo y de Sortu.