La distinción operada por ETA-juez entre quienes fueron víctimas «sin responsabilidad alguna» y los que al parecer tenían ya comprado el billete de víctimas culpables, marca la divisoria entre un ejercicio real de arrepentimiento y lo que es la voluntad de seguir en la condición de muertos vivientes –políticos, claro–, manteniendo su presencia simbólica sobre la sociedad democrática vasca. (A. Elorza - El Correo)