Parece que no está de más hacer una llamada al realismo de la Europa de hoy. Estamos viviendo una policrisis casi existencial.
El fracaso ante el tema migratorio;
una vecindad conflictiva con Rusia que nadie sabe cómo ni cuándo acabará;
una negociación con el Reino Unido para el ‘Brexit’ de consecuencias extraordinarias;
una reformulación de la gobernanza del euro llena de complejidades y de contradicciones;
un Pilar Social por desarrollar.
estamos combatiendo a Donald Trump y a su proteccionismo comercial,
batallando contra los paraísos fiscales,
haciendo la Unión Energética,
la Agenda Digital,
parando la ampliación a los países de los Balcanes, que llaman a nuestra puerta,
frenando el populismo antieuropeo de naciones como Polonia y Hungría.
En definitiva, estamos construyendo una Europa del siglo XXI y nuestros nacionalistas nos proponen introducir un artefacto jurídico en los Tratados para implosionar la Unión desde dentro y destruirla para siempre. Así de sencillo y así de brutal.
Es evidente que se trata de una propuesta muerta, nacida más para el consumo interno que para su consideración seria, pero eso no impide que debamos ser abiertamente hostiles a sus fundamentos, desde un europeísmo que exige a nuestros nacionalismos una reformulación de su proyecto en la Europa de hoy.