Os adjunto el primer párrafo del artículo de Joxan Rekondo en Aberriberri.com aunque aconsejo leerlo con detenimiento en su totalidad.
Vivimos el final de ETA a plazos. Primero fue el cese de sus acciones terroristas (2011); luego, el desarme (2017), y ahora se anuncia su inminente desmovilización (y no su disolución), que se produciría tras el debate interno realizado entre sus miembros.
Y ciertamente, no ha sido necesario ninguna concesión política, ningún acuerdo de paz, para lograrlo.
Pero, no debemos olvidar que ETA son los actos de terrorismo, y una trayectoria que los reputa y justifica. Por eso, la clave decisiva para superar el ciclo definido por las violencias es la identificación de la injusticia del daño causado por las mismas.
En ese sentido, deberíamos preguntarnos en qué medida esta próxima desmovilización va a significar una revisión autocrítica de su ejecutoria histórica.
En todo caso, a la espera de las conclusiones definitivas del debate, podemos anticipar que la pronosticada desmovilización decepcionará si no se aporta nada a la verdad y a la justicia, que entonces serían más gravemente demandadas a la izquierda abertzale, designada por la propia ETA como sucesora universal y guardiana de su patrimonio espiritual.
Y ciertamente, no ha sido necesario ninguna concesión política, ningún acuerdo de paz, para lograrlo.
Pero, no debemos olvidar que ETA son los actos de terrorismo, y una trayectoria que los reputa y justifica. Por eso, la clave decisiva para superar el ciclo definido por las violencias es la identificación de la injusticia del daño causado por las mismas.
En ese sentido, deberíamos preguntarnos en qué medida esta próxima desmovilización va a significar una revisión autocrítica de su ejecutoria histórica.