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No, amigos, no; no son lo mismo los unos que los otros. Tenemos una oposición gamberra y faltona que acosa sin piedad al Gobierno legítimo, que no lo deja trabajar, que lo insulta, lo amenaza, le pone palos en las ruedas, no le da tregua alguna ni facilita nada, chilla, anuncia y pone pleitos sin parar… y en el otro lado se encuentra un Ejecutivo que, a los dos meses de tomar posesión, se vio obligado a gestionar el contratiempo de salud más grave sufrido en este país durante los últimos cien años. Una inundación en toda regla que obliga desde entonces a sacar agua sin parar, sin conseguir que el suelo acabe de secarse. Ni aquí, ni en el resto del mundo mundial.
Queridos cómicos que os proclamáis equidistantes, no podéis poner en la misma balanza la mesura y la serenidad de Salvador Illa o Fernando Simón, por citar solo dos ejemplos, y el torpedeo sistemático de quienes, además de no valorar ni reconocerles su trabajo, se proponen encima llevarlos a los tribunales para que los juzguen como imputados. ¿Imputados de qué? ¿Estamos todos locos, o qué demonios pasa aquí?
Queridas y queridos equidistantes: la marquesa bronquista no aspira a mejorar la vida de la gente. Tampoco los filogolpistas ofendiditos. El Gobierno de coalición, en cambio, no solo aspira a ello, sino que lo está haciendo y en un momento de gruesos contratiempos.
La "equidistancia" es repugnante, es una excusa cobarde, y en relación a los ofendidos por el rifirrafe del Vicepresidente 2º con un diputado de VOX, hago mío el comentario de Joaquín Kremel: "No es perder la compostura. Lo que ha hecho Pablo Iglesias es ponerle el cascabel al gato."