Parece claro que, desde hace años, España atraviesa un cambio cultural importante. La manera de entender la nación española y de sentirse español es distinta a la de las dos primeras décadas de democracia. Baste observar la proliferación de enseñas nacionales en pulseras, prendas de ropa, mascarillas, collares de perro y balcones.
Lo español se asocia a una autenticidad vital, frente a una izquierda que quiere cambiar nuestras costumbres (ya sea mediante el lenguaje inclusivo, la dieta sostenible o la defensa de los animales).
Sería una simpleza considerar que nos enfrentamos al españolismo rancio del nacionalcatolicismo. Se trata de un artefacto más complejo y adaptado a los tiempos. De hecho, este nacionalismo incorpora a su núcleo ideológico la España constitucional, que opone a los proyectos de los nacionalismos periféricos, concebidos como antidemocráticos, supremacistas o etnicistas.
Lo español se asocia a una autenticidad vital, frente a una izquierda que quiere cambiar nuestras costumbres (ya sea mediante el lenguaje inclusivo, la dieta sostenible o la defensa de los animales).
Sería una simpleza considerar que nos enfrentamos al españolismo rancio del nacionalcatolicismo. Se trata de un artefacto más complejo y adaptado a los tiempos. De hecho, este nacionalismo incorpora a su núcleo ideológico la España constitucional, que opone a los proyectos de los nacionalismos periféricos, concebidos como antidemocráticos, supremacistas o etnicistas.
NICOLÁS AZNÁREZ elpais.com/opinion/ Ignacio Sánchez-Cuenca |
Las izquierdas no parecen haber comprendido del todo la potencia política de este nuevo nacionalismo español. No se trata solo de guerras culturales libradas en las redes sociales y en las tertulias televisivas. Este nacionalismo impregna la mentalidad de muchos ciudadanos y acaba teniendo consecuencias políticas de todo tipo.
Al cuestionamiento de la nación española por parte del independentismo catalán sigue una reacción de orgullo herido que culmina con el despegue electoral de Vox, primero en las elecciones andaluzas de 2018 y luego en las dos generales de 2019. A partir de ese momento, se extiende una forma “desacomplejada” de ser español que alimenta todas las polémicas culturales que ha protagonizado el Gobierno de coalición.
Y, desgraciadamente, en mi opinión, las izquierdas no han encontrado un registro adecuado y eficaz para hacer frente a esta ofensiva cultural.