... es que nos hace iguales a ricos y a pobres,
a quienes se creen "pastores" y representantes de Dios en la Tierra
con su última "oveja" descarriada,
a notables científicos, deportistas o literatos,
con los más necios e ignorantes del planeta.
Todos somos iguales ante el virus.
Y como consecuencia de este lado "positivo",
hemos podido descubrir o certificar lo que sospechábamos.
Que a la población también se la puede distinguir entre
acientíficos y personas que creen en la ciencia,
a los solidarios de los individualistas radicales,
a los que se creen superiores a los demás
de los que nos reconocemos como miembros normalitos dentro del grupo.
Y hete aquí que aparece el tenista serbio,
muestra un ego repugnante y chulesco
y reaviva nacionalismos radicales pseudofascistas.
Pero a veces las cosas se encaminan razonablemente bien.
Y aunque hubiese pedido mayor contundencia,
y trato similar al resto de la ciudadanía,
espero que mañana mismo
el serbio se marche sin poder jugar.
Ahora habría que replantearse si todos esos títulos
que se le han otorgado durante su carrera,
como por ejemplo el de representande de UNICEF,
sigue mereciéndolos o no.
En mi opinión, tras el nefasto ejemplo que ha dado, NO.