Del acuerdo para la reforma de las pensiones lo mejor que se puede decir es que, tras dos décadas de recortes ideológicos y una campaña sistemática contra su sostenibilidad, ya era hora de que se empezara a poner la mirada en los ingresos, no sólo en la contención del gasto. La inicial pataleta de la CEOE es la mejor prueba.
Desde las pensiones no contributivas a la deuda pública, siempre ha estado ahí para pagar cuentas que no le correspondían. Lo hizo, y en buena medida lo sigue haciendo, con un sistema de financiación que dejaba fuera a las rentas más altas.
Imagínense lo que se podría arreglar si desarrollamos todo el potencial redistributivo del sistema, dejamos de bonificar a las empresas grandes para mantener sus márgenes de beneficio o empezamos a pagar con impuestos las facturas del Estado del Bienestar —las pensiones no contributivas, por ejemplo— que aún soporta nuestro sistema de pensiones. No es un milagro. Se llama gobernar.
Desde las pensiones no contributivas a la deuda pública, siempre ha estado ahí para pagar cuentas que no le correspondían. Lo hizo, y en buena medida lo sigue haciendo, con un sistema de financiación que dejaba fuera a las rentas más altas.
Imagínense lo que se podría arreglar si desarrollamos todo el potencial redistributivo del sistema, dejamos de bonificar a las empresas grandes para mantener sus márgenes de beneficio o empezamos a pagar con impuestos las facturas del Estado del Bienestar —las pensiones no contributivas, por ejemplo— que aún soporta nuestro sistema de pensiones. No es un milagro. Se llama gobernar.