La desafección política de la sociedad, por su decepción respecto a instituciones y políticos/as, propicia la emoción tendente a no votar, lo que potencia la abstención electoral. Pero ¿es una buena decisión?
De estas elecciones surgirán instituciones clave para el funcionamiento del Estado, como son el Congreso, el Senado y el Gobierno.
Pero no se puede olvidar que el voto es la única acción política de cada ciudadano/a de a pie y que la suma de insignificantes votos individuales produce el resultado de importantes grupos políticos elegidos, por lo que el voto es muy poderoso considerándolo agrupado al de otras personas; y resulta imprescindible para formar voluntades políticas en las instituciones, que afectan también a quienes no hayan votado. Además, la abstención electoral carece de efectos en el reparto de escaños. Puede afirmarse que, si no haces política (a través de ese voto), otros te la hacen (quienes sí votan). Por ello, yo creo que racionalmente el voto es más útil que la abstención, por encima de cualquier emoción.
En mi opinión, la madurez política de una sociedad no queda acreditada solamente con la acción de votar. Además, es preciso que el voto sea meditado y responsable, que tenga en cuenta las propuestas de políticas, proyectos y acciones de cada opción electoral en su relación con los intereses y preferencias de quien vote. O sea, un voto racional, no emocional. Que, por otra parte, también puede servir para reducir el número de indecisos.