Un año más, y pocas novedades.
Unas fiestas que yo veo y padezco
de una manera especial.
Quizás sea porque vivo frente a un bar con "vidilla".
Si que hay una curiosidad que resulta reseñable:
Cada bar, a lo suyo, programa y contra programa
al margen o paralelamente a los actos oficiales.
Lo importante es que en su entorno haya suficiente ruido
como para llamar la atención a los que están en el bar cercano.
Que a partir de las doce de la madrugada
haya altavoces en calles con vecinos ajenos a ese ruido,
en lugares donde presumimos de desarrollo social, de ecología,
de solidaridad entre personas con diferentes
edades, intereses e ideas, no parece razonable.
Pero la cruda realidad nos indica que la "cultura popular"
sigue otros derroteros y, a más ruido, más fiesta.
Unas fiestas que yo veo y padezco
de una manera especial.
Quizás sea porque vivo frente a un bar con "vidilla".
Si que hay una curiosidad que resulta reseñable:
Cada bar, a lo suyo, programa y contra programa
al margen o paralelamente a los actos oficiales.
Lo importante es que en su entorno haya suficiente ruido
como para llamar la atención a los que están en el bar cercano.
Que a partir de las doce de la madrugada
haya altavoces en calles con vecinos ajenos a ese ruido,
en lugares donde presumimos de desarrollo social, de ecología,
de solidaridad entre personas con diferentes
edades, intereses e ideas, no parece razonable.
Pero la cruda realidad nos indica que la "cultura popular"
sigue otros derroteros y, a más ruido, más fiesta.
Y luego está la guarrería, el anti civismo que,
muchos fiesteros, que en sus horarios habituales durante el año,
incluso se autodefinirán como personas solidarias, verdes y ecologistas,
colaboran en dejar un paisaje urbano lamentable, sucio y especialmente cutre.
Un año más, hemos sobrevivido a las "fiestas",
a las "fiestas del alcohol".
Un año más acabadas las mismas,
los hosteleros cerrarán con caras de Tío Gilito,
y muchos de sus clientes volverán a ser ecologistas y solidarios.
¡Bienvenidos/as a la normalidad !