Estos días sólo se comenta la seguridad, la colocación frente al toro, el saber correr. Discrepo, pienso que lo que hay que saber es no correr. Las instituciones dedican importantes campañas y buenos dineros a lo primero y nada de nada a lo segundo. En este país no sólo se permiten las carnicerías taurinas, se promocionan.
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Todos compartimos el dolor de ayer, eso nos une. Ni carece de importancia ni es poco. Este debate requiere fair play y paciencia. Los mecanismos que operan son muy profundos y complejos. Cuando alegan que los mitos ancestrales, las leyendas, los entrecruzados de significados, los juegos simbólicos no tienen vigencia y que conviene olvidarlos, yo apunto, mire, ahí están de cuerpo presente. El sentido de iniciación para los jóvenes, el reconocimiento social, el sentido grupal o de tribu, la valoración del héroe o lo heroico, los mismos conceptos de nobleza asociada a la bravura, el descubrimiento de los límites de la vida... todo eso conforman los polvos de nuestros alberos. Creo que se puede reclamar que en vez de utilizar estos resortes en campañas publicitarias de promoción turística las instituciones deban incluirlos en los contenidos de los programas educativos.
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En la fiesta pamplonica como en todas se corre mucho, corren los toros y corre el alcohol. El tráfico acelerado y más con ese combustible produce también otras tragedias menos espectaculares pero no menos dolorosas.
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Contracorriente. Estoy en contra de los encierros. Voy a la contra de la marea de la Estafeta. Pero no se equivoquen, no busco toro. Como gritaba Diógenes, el cínico: Busco un hombre. Busco una chispa de humanidad, la chispa de la vida. En este mundo hasta un simple chispazo lleva marca.
(Recogido de Zulet)