Será porque uno las ve desde otro punto de vista, pero ciertamente, este tipo de celebraciones nunca han sido santo de mi devoción.
Las actividades diurnas, mas o menos como siempre, son las que realmente consiguen juntar a los sopeloztarras con ganas de participar o simplemente ver algo novedoso y que se salga de la rutina cotidiana. La infancia siendo mayoritaria en el pueblo, consigue reunir la mayoría de las actividades organizadas. Estupendo.
Las actividades nocturnas cada vez las entiendo menos. La gente ya no se mueve por la cartelera de los distintos conciertos musicales. No. A excepción de los que confirman la regla, la gran mayoría deambulan de un lado para otro, sin importarles un higo las pocas actividades programadas a esas horas de la madrugada. Acuden a la llamada de los altavoces de los bares. Unos con el vaso del bar de ronda anterior, otros con la bolsa de "eroski" en la que llevan sus coca colas y botellas de alcohol correspondientes. Ellas meando en grupo, entre coche y coche aparcado, ellos, evacuando contra los setos más próximos en cuanto sienten la necesidad. La confusión entre fiesta y alcohol a esas horas es casi imprescindible. La edad cada vez es mas joven y las horas de finalización cada vez mas cercanas al amanecer del día siguiente. El reto, durar mas para poder decir al día siguiente lo tarde que llegaron a casa y fardar ante sus compinches. Los taberneros encantados. Los barrenderos del día siguiente, no tanto.
Algo se debe de estar haciendo mal cuando tanta gente necesita estas dinámicas para romper con sus rutinas cotidianas.