Por un momento pareció que tanto el debate sobre fiscalidad como la revisión del entramado institucional vasco podían exacerbar los ánimos foralistas. Al final han quedado los del PP y el ‘territorialismo’ sobrevenido de una EH Bildu que trata de conciliar Euskal Herria con su experimento guipuzcoano. Las afirmaciones de que los vizcaínos socorremos a guipuzcoanos y alaveses, de que los fueros de Álava no pueden verse sometidos al dictado foráneo o que Bizkaia ha de resistirse a que su hacienda sea dirigida desde Vitoria, han desaparecido de un día para otro.
La simplificación de la actual «arquitectura institucional», más que una necesidad de ahorro, es un requisito de eficiencia política. El ‘sobrecoste’ no se encuentra tanto en la duplicidad de servicios como en su matriz directiva y burocrática. Dos millones y poco de habitantes requerirían un entramado más diáfano. Porque el actual tampoco aporta contrapesos en términos democráticos ni mecanismos de control añadidos respecto al poder. Más bien contribuye a diluirlos en la trama institucional. Sería recomendable comenzar a desandar el camino evitando llamar ‘parlamento’ a las Juntas Generales.
El nuevo estatuto político promovido por Urkullu y su partido solo podría sostenerse sobre una concepción unitaria de la comunidad autónoma. De lo contrario aflorará el diferente colorido político de cada territorio. Es más, la sola pretensión de reformar el Estatuto hacia la asunción de mayores competencias sería impensable sin que, previa o paralelamente, se corrija el desarrollo interno del autogobierno.
Mientras, paradójicamente, el reparto territorial del poder contribuye a limitar la presencia institucional del PNV. Tanto desde el punto de vista del poder actualmente instituido como a la hora de impulsar un nuevo estatuto político para Euskadi, al PNV le interesa afianzar las instituciones comunes frente a su tradición foralista. Aunque la comprometida actualización y modificación de la Ley de Territorios Históricos para antes de que finalice 2015 puede acabar relegada si, por causas domésticas o contagio catalán, el PNV descongela de pronto su agenda soberanista.
K. Aulestia en Vocento
Hoy mismo la prensa nos anuncia que estamos a las puertas de otra batalla campal de las diputaciones por dinero, fruto de los "desequilibrios territoriales" y de los viejos conflictos sin arreglar.
Cada Diputación en manos de partidos distintos no es símbolo de más democracia sino más bien presagio de conflictos infinitos.
Hoy mismo la prensa nos anuncia que estamos a las puertas de otra batalla campal de las diputaciones por dinero, fruto de los "desequilibrios territoriales" y de los viejos conflictos sin arreglar.
Cada Diputación en manos de partidos distintos no es símbolo de más democracia sino más bien presagio de conflictos infinitos.