El PP ha convertido el asunto Rivera en un fracaso propio cuando realmente es un éxito para el País

domingo, 8 de diciembre de 2013

Aunque la mona se vista de seda mona se queda ...y Otegi no es Madiba.


"Mandela tenía claro que la paz se hace con el rival. ¿A qué espera #Rajoy para hacerla con @ArnaldoOtegi?" Este era uno de los primeros tuits de ayer por la mañana, de los muchos que inundaron la Red desde el fallecimiento la noche anterior del líder sudafricano antiapartheid y referente mundial por la reconciliación entre blancos (opresores) y negros (oprimidos). Fue retuiteado de inmediato por la persona que maneja la cuenta de Twitter del secretario general de Sortu, Arnaldo Otegi, una cuenta muy activa que utiliza el euskera, el castellano, el francés, el catalán, el gallego y el inglés y que sirve como altavoz mediático de la izquierda abertzale.


Atentos siempre a la iconografía que funciona y los elementos publicitarios al servicio de la causa, los independentistas han cogido al vuelo ideas que ya funcionaban por ahí para llenarla de contenido. Cuando la causa Palestina estaba en pleno auge, Otegi presentaba Pamplona, la capital de Navarra, como "la Jerusalén vasca". Si el referente internacional pasaba a ser el proceso Irlandés, se buscaban los paralelismos que pudieran servir para Euskadi: por ejemplo el reconocimiento de la capacidad de decidir de los irlandeses recogido en el Acuerdo de Viernes Santo -firmado en 1998 en pleno proceso del Pacto de Lizarra- y que supuso el comienzo del fin del conflicto violento entre unionistas y republicanos irlandeses. De hecho, Otegi ha usado en infinidad de ocasiones esa terminología, la del unionismo, para referirse al Estado español y los partidos unionistas (PP, PSOE) que han "negado a los vascos su derecho a ejercer el derecho de autodeterminación".
Sudáfrica también ha sido otro de los referentes históricos utilizados por Batasuna para mirarse en el espejo. Durante el proceso de alto el fuego permanente de 2006, en varias ocasiones delegaciones de esta formación viajaron hasta la patria liberada de Mandela para buscar enseñanzas de un proceso que tiene incluso menos similitudes que el caso Irlandés, algo más cercano al vasco aunque también alejado de la realidad del conflicto violento en Euskadi.

La credibilidad política de Otegi fue sepultada entres los cascotes de la T-4 de Barajas, con el atentado de ETA que arruinó el proceso de 2006. 


El líder abertzale tardó más de un año en darse cuenta de que o convencían al mundo de las pistolas -al que habían rendido pleitesía desde Txiberta- de que la violencia "sobraba" o acabarían en la cárcel y sin proceso alguno entre las manos. Al final pasaron las dos cosas: ETA tuvo que admitir que su tiempo se había acabado y declaró el cese definitivo del terror un 20 de octubre de 2011 y Otegi acabó entre rejas. Pese a que ya está admitido en círculos políticos que su papel para que la estrategia político militar pasara al baúl de la historia fue destacado.
Y así siguen las cosas. ETA, en silencio; y Otegi, perdiendo las batallas judiciales que le impiden salir a la calle con el puño en alto, como Madiba.  La última, el pasado 29 de noviembre, con la oposición de la Fiscalía a amparar a los cinco condenados por el caso Bateragune en el recurso presentado ante el Tribunal Constitucional contra la sentencia del Supremo que mantiene a Otegi en prisión. No hay duda de que la muerte de Mandela activará -ya lo ha hecho- la campaña en favor de la libertad del líder más mediático que ha tenido la izquierda abertzale desde 1998. Al tiempo.