En el colmo del cinismo, Alberto Ruiz-Gallardón asegura que esa nueva ley del aborto que nos lleva de vuelta a los años 70 es "una apuesta por la libertad de la mujer". ¿Qué libertad? ¿La de viajar a Londres para poder abortar? ¿La de acabar en una clínica ilegal, o de morir desangrada, para aquellas mujeres que no puedan pagar? ¿Qué tiene que ver con la libertad obligar a una madre a llevar semanas en su vientre a un hijo que sabe que morirá nada más nacer?
Al igual que toda esa derecha que quiere imponer su moral pública (no privada) al resto de la sociedad, el ministro olvida un dato importante: las leyes restrictivas no reducen el número de abortos. Así lo demostró el año pasado un estudio de la OMS publicado en The Lancet y cuyas conclusiones son bastante claras. Criminalizar el aborto es una política tan inútil como cruel: solo sirve para aumentar el número de mujeres que se van a jugar la vida para poder decidir sobre su maternidad.