Que el PSOE es una jaula de grillos parace evidente. Pero eso que dicen algunos "barones" de que "sólo los políticos mediocres trasladan a la plebe sus problemas personales con el peligro de crear una fractura en la organización, y que, en todo caso y en la medida en que el PSOE no es patrimonio exclusivo de sus afiliados sino de sus votantes, tendrían que ser éstos los interrogados".
Al parecer, según la baronía del partido, la receta para no ser un político mediocre es someterse al dictado de algunos editoriales, que siempre resultarán más sabios que la opinión de varias decenas de miles de cantamañanas con el carnet del partido. Siempre ha habido clases. El PSOE, en efecto, no es patrimonio exclusivo de sus militantes pero tendría que dejar de ser el báculo de cierta izquierda de salón que confunde el interés general con su cuenta corriente y el salario mínimo con los bonus de empresa, que esos nunca han faltado a la cita lloviera, tronara o amenazara quiebra el imperio.
Tal es la demonización a la que Sánchez está siendo sometido que, envarado y todo, su personaje empieza a despertar simpatías entre ese populacho que no está capacitado para discernir lo que realmente interesa al país y que haría bien en dejar esa cuestiones a mentes más preclaras. Hay quien olvida que al despotismo ilustrado también le llegó la Revolución francesa.