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“Enfrentarse a Hamlet tiene algo de suicida, lo que no es una mala premisa de partida ni para mí, que soy un kamikaze, ni para el Príncipe cuya conciencia anhela en no pocas ocasiones darse muerte para dejar de sufrir. Pero como dice Harold Bloom, Hamlet tiene “una mente tan poderosa que las actitudes, los valores y los juicios más contrarios pueden coexistir dentro de ella coherentemente”. El ser y el no ser a un mismo tiempo y de forma tan ilimitada como él mismo es capaz de pensarse, “el sueño de una conciencia infinita”.
Un poema ilimitado habitado por un personaje ilimitado sobre un escenario que es puro espacio mental. Alto. Si lo sigo pensando, tal vez sea incapaz de seguir adelante… O tal vez siga adelante y no sea capaz de pensar. La contradicción no ha hecho más que empezar.
Me agarro a la frase de Nietzsche: ¡contradícete a ti mismo! Para vivir es necesario permanecer dividido”.