Que el neoliberalismo está entrando en su fase más salvaje y destructiva es una realidad visible desde 2008.
Que filtraciones como la de Panamá salgan a la luz forma parte del proceso.
Que se reconozca la labor de los periodistas que han participado en la cuestión Panamá mientras Assange no pueda disfrutar de su libertad también.
Que se celebre la información que emana de toda esta documentación y se haga invisible la de Wikileaks, tres cuartos de lo mismo.
Que la primera no sea transparente y la segunda sí, tampoco importa. Constatar todos estos hechos no implica asumir ninguna teoría de conspiración mundial.
Confirmarlo puede ser una luminaria para salvar una democracia política de la intuición en claro peligro, una democracia repleta de claroscuros, una democracia de iguales que comparten y transforman lo que tienen en común.