Las movilizaciones del 15-M, como se ha podido demostrar después, representaron mucho más que el intento de la izquierda radical por patrimonializarlo y alcanzó a las capas más dinámicas de nuestra sociedad, a los intelectuales más activos y al conjunto de las clases medias de todo el país.
Hoy podemos decir que el 15-M creó la conciencia del cambio porque sirvió para hacer visibles las corrientes subterráneas de la frustración y el desencanto de una parte fundamental de la opinión pública, y de forma señalada de las nuevas generaciones, con una élite dirigente efectivamente encastada que había dejado de situar los intereses del ciudadano en el centro de la acción política para concentrarse en la ocupación pancista de cada vez mayores parcelas de poder, desarrollando una corrupción galopante claramente permitida por sus correspondientes gobiernos.
Sorprendentemente, algunos todavía no se han enterado.