El 20 de diciembre de 2015, el presidente de los sobres y el "se fuerte" estaba políticamente muerto. No había pacto posible de investidura en ese Parlamento que no pasase por su inmediata salida de La Moncloa, incluso si el PP se mantenía en el poder.
Hoy es Rajoy quien sigue y es el Parlamento que podía haberlo enterrado el que se va a casa. Es mérito de Rajoy y su eficaz indolencia –nunca antes ha sido tan rentable no hacer nada–; es también obra y gracia de todos sus competidores.