Al otro lado de los mares, Donald Trump mete un mordisco a las raíces de la convivencia, desprecia a las mujeres, humilla a los inmigrantes y opta al premio "un maletín con las claves nucleares". Para cortarle el paso tiene precisamente a una mujer.
Mientras aquí los progres, todos hombres por cierto, se la cogen con papel de fumar reivindicando que no hay cambio posible, que nos hemos equivocado los votantes y que tenemos que volver a las urnas para acertar los resultados que ellos llevan en el bolsillo.
Mientras aquí los progres, todos hombres por cierto, se la cogen con papel de fumar reivindicando que no hay cambio posible, que nos hemos equivocado los votantes y que tenemos que volver a las urnas para acertar los resultados que ellos llevan en el bolsillo.
No puedo respetar al billonario neoyorkino, pero tampoco los de por aquí andan sobrados de respeto y no es precisamente escaso el ego que exhiben.
Aquí, en Euskadi, estuvimos a punto de zozobrar, y ahora me siento orgulloso de haber "casi" superado aquel dolor. Del respeto a la diferencia, de eso sabemos aquí, y de que nuestros inolvidables muertos, todos nuestros muertos, nos llevaron a recuperar la cordura.