No deja de ser simpático que el Jefe de Estado de un Estado rotundamente religioso y "no-democrático-en esencia" defienda el modelo de Estado laico, con una sólida ley de libertad religiosa que permita expresar la fe en público y garantías para ejercer la objeción de conciencia.
Ha dicho que los Estados confesionales terminan mal y que van contra la Historia. Les ha costado unos pocos siglos aceptarlo pero la conclusión es aceptable. Ya solo le falta pasar de las palabras a los hechos. ¡Ánimo!