Alguien como quien esto suscribe, que no sigue desde hace mucho el festival de Eurovisión, a lo que le recuerda este evento musical es al mítico grupo Abba, y al inolvidable "Eres tú" de Mocedades, con la canción que en posteriores reuniones familiares siempre se cantaba como himno a recordar.
Todo lo que vino después en este festival ya no sabría decir en qué ha consistido y lo asocio a una monótona sucesión con un inconfundible aroma friki por el formato de sus canciones, por la puesta en escena de las mismas, por la fórmula de votación con truco o sin él, por los presentadores, por el entorno y por el resabio que su propio nombre desprende de tiempos pasados, con carátula inconfundible y sintonía clásica de fondo.
Imagen y texto basado en un artículo de P. J. Chacón |
Lo cierto es que sorprende saber que este festival sigue siendo, según las encuestas de audiencia, el espectáculo no deportivo más seguido de la televisión a escala mundial. En efecto, no solo en España, con Euskadi en los puestos de cabeza, sino en toda Europa, según estadísticas de los últimos veinte años, se coloca privilegiadamente, dentro del ‘prime time’, como el programa más visto. De hecho, el año pasado tuvo una audiencia del 40% en el estado.
Ha sido necesaria la intervención del Gobierno de España por parte de su ministro de Asuntos Exteriores, así como del Gobierno vasco en la persona del propio lehendakari Urkullu, para conseguir que el festival de Eurovisión rectifique y pida disculpas por una ofensa imposible de calificar, ni siquiera como friki –ojalá que así fuera y no estaríamos hablando de esto–. Y ahora toca analizar con serenidad lo ocurrido, partiendo de la constatación de que Euskadi ha aparecido asociada en el exterior –en la misma Europa– con una imagen de extrema violencia.
Y es que los organizadores del festival de Eurovisión han mezclado la ikurriña con el hecho de que aquí, en las últimas décadas, ha habido violencia, o dicho con precisión: asesinatos, extorsiones, secuestros e intimidación generalizada de su población por parte de un grupo terrorista con la complicidad de su brazo político. Y es difícil negar que la ikurriña ha estado "utilizada" por quienes piensan que España ejerce una suerte de opresión insoportable y también por quienes han defendido –y siguen defendiendo, porque no la condenan– la violencia de ETA. De hecho ha sido EH-Bildu la primera que ha pedido explicaciones a la embajada de Suecia en Madrid.
Pero aun con todo: lo que se dirime aquí, y por lo que alzamos la voz con todas nuestras fuerzas, es que la ikurriña también nos representa a quienes no estamos de acuerdo con considerarla el símbolo de una nación vasca exclusiva y excluyente y por supuesto a quienes condenamos el terrorismo de ETA.