Imágen: oroyfinanzas.com // Texto: elmundo.es/opinion
El próximo jueves millones de británicos acuden a la cita para decidir si su país continúa dentro de la Unión Europea. Desde aquí les pido que no se vayan, porque lo que hoy llamamos Gran Bretaña está vinculada a la historia de Europa desde hace más de diez siglos y la gran mayoría de los europeos esperamos de su contribución para construir un continente mejor.
Fue la isla asediada y bombardeada por Hitler la que con su esfuerzo y su heroísmo logró salvar a Europa del nazismo. Y fue Inglaterra la cuna del parlamentarismo y el país donde se produjo la primera revolución liberal. En estas tierras nacieron Shakespeare, los Beatles, Cromwell, Dickens, Churchill, Jane Austen, Newton y otros próceres sin los cuáles es imposible entender nuestra Historia. Y no hablemos del fútbol, el roast beef o Sherlock Holmes, que tanto no han hecho disfrutar.
La Unión Europea quedaría mutilada sin la presencia de Gran Bretaña, lo que equivale a decir de Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte, los territorios que conforman esa gran nación.
Se ha dicho y escrito de forma insistente que lo que está en juego en el Brexit es una cuestión de índole económica. Aunque eso es cierto, no es lo esencial. Lo que se decide en la consulta es mucho más que eso: es el futuro de la Unión Europea, que quedaría tocada de muerte si los británicos se van.
La unión hace la fuerza y Europa necesita a Gran Bretaña, al igual que a Alemania, Francia, Italia o España, los cinco pilares históricos y culturales del continente. Sea como aliados o como enemigos, el pasado nos une. Y los retos del futuro en un mundo globalizado, también.
Los británicos son libres de votar lo que les plazca, pero desde estas líneas les pido que se queden. Creo que los argumentos económicos no bastan y soy consciente, ¡cómo no!, del descontento popular hacia su clase dirigente. Por eso, apelo a sus sentimientos y a esa historia común para que no se vayan. Creo que nos necesitamos mutuamente.
Eso es lo esencial y el resto es silencio, como exclama uno de los personajes de Shakespeare.