Los debates no se ganan con tus forofos. Se ganan cuando convences a los que no están convencidos; a los votantes ajenos o a los dudosos.
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En el Salvados del Tío Cuco, Pablo Iglesias y Albert Rivera fueron dos buenos chicos, opuestos en sus planteamientos pero con capacidad de dialogar. Dos jóvenes educados que respetaban los turnos de palabra y se daban la mano, y que parecía que podían entenderse, al menos en algunas reformas.
Pablo Iglesias arrancó el debate aceptando que hace unos meses, en el bar Tío Cuco, le ganó Albert Rivera. Sin embargo, es dudoso que a Iglesias le haya venido bien esta sucesión de garrotazos; en una pelea en el barro dudosamente alguien gana. A Podemos le favorece la polarización para dar el 'sorpasso'. Pero la crudeza de este enfrentamiento le perjudica en su asalto a los muchos votantes que conserva el PSOE y que son su principal objetivo para intentar pasar al PP, ahora que las encuestas le sitúan segundo.
En cuanto a Rivera, su estrategia fue clara, y probablemente sus mil y un menciones a Venezuela y el Partido Comunista chino frente a Pablo Iglesias agradó a sus forofos. Pero está por ver que el votante conservador se quede en Ciudadanos si durante toda la campaña la amenaza de Chinazuela del Norte y sus hordas bolivarianas se mantiene como el principal problema de los españoles.