Pablo Casado es el nuevo presidente del Partido Popular y una de las primeras cosas que tendrá que hacer es comerse sus palabras sobre las “alianzas de perdedores”. Casado, el segundo en el voto de los militantes, ha ganado frente a la candidata más votada, Soraya Sáenz de Santamaría, gracias al apoyo de María Dolores de Cospedal, que bajo ningún concepto iba a permitir que su archienemiga gobernase el PP. También ha resultado vencedor porque su campaña, sin ninguna duda, ha sido mucho mejor que la de su rival desde el primer día hasta el final. Desde el debate inexistente –que no se hizo porque Santamaría sabía que lo iba a perder– hasta los discursos de este sábado, donde Casado, para su público, ha estado francamente mejor.
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Es de esperar que el nuevo líder del PP confíe en que el Supremo le vaya a tratar con un cariño especial. No por nada, los vocales nombrados por el PP han designado a la gran mayoría de los jueces del Supremo.
Con todo, el PP es especial. Si Mariano Rajoy pudo sobrevivir durante años pese a lo mucho que se parecía su nombre a ese tal M. Rajoy que aparece en los sobresueldos de Bárcenas, no descarten que se consolide Casado. En su contra juega que España ya no es lo que era, como demuestra el claro relevo generacional que supone su designación. Todos los principales líderes de la política no habían nacido o no sabían leer cuando Franco se murió. A su favor, que los últimos meses de la política española demuestran que cualquier cosa puede pasar.