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Hace cien años acababa una guerra devastadora que causó al menos 20 millones de muertos en suelo europeo y la desaparición de cuatro imperios, el alemán, el austrohúngaro, el otomano y, revolución mediante, el zarista. Un orden mundial que había llevado a aquel desorden sangriento llegaba así a su fin para alumbrar uno nuevo en el que un país extraeuropeo, Estados Unidos, resultaba altamente fortalecido. Meses antes, su presidente, Woodrow Wilson, había lanzado 14 puntos para sentar las bases de un sistema distinto, liberal, con menos fronteras económicas pero más Estados, y abogaba por el recurso al multilateralismo para dirimir agravios y evitar nuevos conflictos armados. De ahí nació la Sociedad de Naciones, el embrión de lo que después sería la ONU.
Pese a toda la sangre derramada y a los deseos de paz, la guerra se cerró en falso. El revanchismo de los vencedores primero y de los vencidos después llevó a otra conflagración mundial y de ahí sí nació, hace 75 años, un nuevo orden que ponía en primer plano el multilateralismo con la creación de instituciones internacionales y una estrecha relación entre Europa y EEUU.
Hoy, aquella arquitectura se tambalea acosada por la aparición de los nacionalismos exacerbados y por un Donald Trump replegado en el ‘America first’ que ni siquiera frena sus insultos a quienes se supone son aliados como Francia. Su visita a este país para conmemorar el aniversario tiene el sentido opuesto a la del presidente Wilson hace cien años.