Pedro Sánchez ha dicho que democracia también es que no paguen siempre los mismos. Yo me atrevería a sugerir que democracia debería ser, además, que paguen quienes no han pagado jamás.
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No pretendo incendiar templo alguno con esta estrada de blog pero que, cambie la ley que cambie, la Iglesia católica siga beneficiándose de exenciones fiscales en España me parece insostenible a estas alturas, cuando sus defensores ya ni siquiera pueden esgrimir el folclórico argumento de que a la gente le hace más ilusión casarse en una iglesia, porque desde hace años se celebran muchas más bodas civiles que religiosas en nuestro país.
Los privilegios de los que goza la Iglesia son una herencia directa de la dictadura, un fosilizado vestigio del nacionalcatolicismo, el fruto de cuarenta años en los que la Iglesia y el Estado fueron una sola cosa y los pecados se confundían con los delitos.