Ya estan en plena campaña electoral. Y VOX parece que entra en las quinielas. Que VOX deje de ser un partido friki y residual para convertirse en una opción política legitimada por su presencia parlamentaria es malo para todos.
La entrada en las instituciones de sus propuestas –que son una mala mezcla entre el nacionalcatolicismo de toda la vida con lo peor de la ultraderecha europea– daría normalidad a un discurso tóxico para la convivencia. Vox ya está utilizando las mismas técnicas de redes y propaganda que antes usó Trump, que usó Bolsonaro. Pulsando las mismas teclas en el estómago de la sociedad que usa Le Pen en Francia, o Salvini en Italia. Un discurso cuya única diferencia frente sus referentes europeos es un furibundo anticatalanismo, un patriotismo de hojalata. Es de ahí, de Catalunya, de donde sacan la mayor parte de sus votos; donde han encontrado su principal argumento de campaña.
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Vox normaliza el racismo. La intolerancia. El machismo. Pretende un modelo tan estrecho para España que solo caben la regiones, y no las nacionalidades. Rompe cualquier idea de país que no sea el de los buenos y los malos, los españoles de bien y la antiespaña que no habla en cristiano. Reivindica la historia del Cid Campeador y la reconquista, tan falsa como el mito de Santiago. Bebe de la nostalgia franquista y de un nacionalismo supuestamente antinacionalista, donde el himno y la bandera, y no los derechos de los ciudadanos, son el patrimonio más importante.
Vox propone, entre otras medidas, deportar a los inmigrantes ilegales, construir en Ceuta y Melilla “un muro infranqueable”, suprimir la memoria histórica, eliminar las autonomías, ilegalizar a los partidos independentistas, agravar las penas por “ofensas y ultrajes a España y sus símbolos”, presionar diplomáticamente para recuperar Gibraltar o un “plan integral para el conocimiento, difusión y protección de la identidad nacional y de la aportación de España a la civilización y a la historia universal”.
Algunas partes de este discurso les sonarán. Ya se nota su influencia en el PP de Pablo Casado, y eso que Vox aún es solo una amenaza no demostrada en las urnas. Imaginen si, además, logran sentarse en el Parlamento de Andalucía.