en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

viernes, 9 de noviembre de 2018

Azaña, una pasión española, en el Arriaga.

La obra que vimos ayer en el Arriaga es un espectáculo que no pretende ser una reconstrucción histórica ni un juicio de la actuación política de don Manuel Azaña. En su piel, el actor, contenido y elocuente, reta al espectador en un constante claroscuro. 
El autor escribió la obra hace ahora 30 años, pero ahora, con sus 78 años, ha considerado de interés recordar a Azaña, viendo los vientos que corren, y que algunos parecen condenados a volver a vivir situaciones similares. Los Torra, Puigdemont, Otegi, y sus seguidores, así como las derechas españolas, en estos tiempos también divididos como en aquellos, deberían releer aquellos textos.
La obra, desde el punto de vista simplemente teatral, la obra es un poco ladrillo, sobretodo inicialmente, donde el actor se limita a leer de espaldas durante muchos minutos y sólo un personaje como José Luis Gómez, un gran actor consagrado, se puede permitir esta licencia y presentarnos de esta manera los textos del Presidente. Leerlos individualmente con un whisky en la mano puede ser otra opción.
En la obra, la palabra de Azaña se organiza según tres grandes ejes. Primero, la circunstancia vital y política, después la reflexión sobre la historia de España con textos que hacen referencia a la significación profunda del régimen republicano, al laicismo o a la guerra civil. Y por último, la meditación sobre el arte y el paisaje españoles que recorre su obra entera y a la que se ha intentado otorgar la debida importancia.
El Teatro Arriaga recibe esta semana dos producciones del Teatro de la Abadía, ambas protagonizadas por José Luis Gómez. Ayer fue a Manuel Azaña y este sábado y domingo a Miguel de Unamuno