El temor a la abstención el 9-J está justificado cuando se ha cultivado la ignorancia sobre la UE en jóvenes y mayores.
José Ignacio Bustamante. Sábado, 8 de junio. EL CORREO.
"A las armas, ciudadanos!", dice una estrofa de La Marsellesa, el himno nacional francés. Y en un paralelismo épico, durante un par de meses o menos se hacen llamadas a la ciudadanía para que no se olvide de votar en las elecciones al Parlamento Europeo. Pero, según algunas encuestas, aunque el 83% de las personas se consideran ciudadanos de la Unión, un 56% no sabe que este año hay comicios. El europeísmo convive con un desconocimiento muy grande de lo que es la UE y de cómo afecta al día a día.
¿Causas? Entre otras, la ausencia de Europa en la educación y su insignificancia en los medios en general. Falta de formación de los profesores y de voluntad política. Manipulación de la opinión (si se ha hecho algo bueno somos nosotros, si algo pinta mal es culpa de Bruselas).
Empecemos por saber, todas y todos, en qué entorno vivimos cuando nos dicen que aumentarán los presupuestos de defensa porque una guerra en Europa es hoy en día posible. Que la energía que consumimos depende de lo bien o mal que se lleven los países. Que habrá que apretarse el cinturón porque tenemos una moneda única, que tan bien nos sirve cuando viajamos pero que depende de que los Estados no gasten demasiado. Que lo que fabricamos se vende si otros en Europa no lo importan más barato y no se hace nada para remediarlo. Que de las grandes tecnológicas (Alphabet, Amazon, Apple, ByteDance, Meta, Microsoft…), cuyos productos usamos cotidianamente, ninguna es europea. Que en Inteligencia Artificial, Europa está ausente, salvo, felizmente, la normativa recién aprobada que intenta regular su uso, pero que estará anticuada ya cuando entre en vigor.
Cada cinco años nos llaman a elegir representantes en el Parlamento Europeo. Pero ¿se ha explicado antes para qué sirve? Algunos medios han podido explicarle que tal o cual medida legislativa estaba en preparación o se ha aprobado, pero ¿dónde queda su opinión como ciudadano? Con algunas excepciones, ¿ha visto usted muchos europarlamentarios explicando qué es lo que hacen después de haber sido elegidos o preguntándole qué le parece? ¿Qué hay de la rendición de cuentas? Hay que darle una vuelta a la forma en que nuestros representantes se relacionan con el ciudadano para que este se sienta mínimamente identificado con la actividad parlamentaria; y, francamente, las listas cerradas no parecen la mejor solución.
El temor a la abstención está plenamente justificado cuando durante años se ha cultivado la ignorancia de Europa en jóvenes y mayores. Quizás con una distinción importante entre ambos, ya que los mayores han conocido otras épocas en las que no había moneda única, era obligatorio tener un pasaporte para salir de España (y a muchos se les negaba) y era precaución habitual no emitir opiniones que te podían llevar a la cárcel. Por eso, con razón, la campaña de sensibilización electoral se centra en los jóvenes, pero olvida que los mayores empiezan también a estar desinteresados.
Esto ocurre cuando nos encontramos en una situación donde se tocan tambores de guerra con gran alborozo de la industria armamentística. Y al mismo tiempo se oyen las sirenas de una gran ampliación en la que la Unión Europea será algo completamente distinto y desconocido, aunque nadie le pregunte si está de acuerdo o no. Pero seguimos sin encontrar el talismán que permita mejorar el funcionamiento de las instituciones comunes en un momento en que, sin las reformas que se necesitan (y que van más allá de los informes de los señores Letta y Draghi), Europa camina rápido a la insignificancia en el mundo actual.
Hay más. La Unión Europea es un espacio de Derecho compartido. Un Derecho que se basa en valores plasmados en los Tratados. Pero vemos el doble rasero que se aplica a los casos de Ucrania y de Palestina cuando, además, los acuerdos de asociación con terceros países cuentan con un pomposo artículo que dice que las relaciones entre las partes estarán basadas en el respeto a los derechos humanos. ¿En serio? Y aunque todos estamos de acuerdo en dar acogida a cuatro millones de ucranianos que huyen de la guerra, una docena de Estados miembros escriben a la Comisión para que se organice la deportación de inmigrantes a terceros países. ¿Solo blancos y cristianos en Europa?
La UE existe porque sus Estados miembros se han comprometido a respetar unas reglas comunes. Sin embargo, proliferan partidos que, con buenas perspectivas electorales, han hecho propias la ruptura de la convivencia, el racismo y la agresión verbal (en algunos casos física) como argumentos determinantes. El desprecio al adversario o al ciudadano percibido como diferente empieza a ser la tónica del espacio público. Algo huele a podrido y Europa necesita urgentemente que terminen las peleas de gallos y continúe la construcción de este edificio continental que ha sido referente para muchos y que, francamente, amenaza ruina.