Estar presente mediante la ausencia: esa es la gran obra de arte que Banksy ha creado a lo largo de toda una vida. En versión chusca, Puigdemont ha intentado algo parecido los últimos siete años. Nadie sabe quién es Banksy. Respecto a Puigdemont no caben dudas. Apareció ayer como un suspiro y volvió a fugarse: es un hombre al que se le acabó el coraje antes que la soflama.
Podía haberse parecido a Banksy pero su fugaz aparición de este jueves no fue más que una perogrullada: dijo que ha venido para recordar que está aquí. Suena a rabieta de niño enfadado que lloriquea para llamar la atención.
Le falta talento para el arte de la fuga y sobre todo le falta razón: el Parlament emanado de unas elecciones democráticas debatía la investidura de Salvador Illa como nuevo president.
Su espectral aparición estaba concebida para alimentar su ego y terminó de hacer añicos su dudosa obra política. Me recordó al cuadro de Banksy “Niña con globo”. El artista lo puso a subasta en Sotheby’s hace unos años. Apenas sonó el martillo que adjudicaba la obra al mejor postor, una trituradora de papel se activó y destruyó la obra ante el público. Puigdemont sabe desde el pasado 12 de mayo cuál es la puja máxima que los catalanes ofrecen por él. Y no es suficiente. Así de simple es el final de su escapada: triturado a la vista de todos, en la papelera de la historia. Aunque a trompicones, ahora todo seguirá su curso.