Musk ha convertido lo que en gran medida sigue siendo la plataforma de comunicación global para instituciones, políticos, medios de comunicación y empresas en una extensión de sus posiciones ideológicas.
Musk, incluso antes de comprar la red, rechazaba públicamente las políticas de moderación que matizaban la toxicidad. Si bien nunca ha funcionado como espacio para el diálogo, sí supone una herramienta revolucionaria para la difusión de información.
Musk se declaró “absolutista de la libertad de expresión”. Uno de sus primeros cambios fue revertir vetos a personajes expulsados de la plataforma por promover el extremismo y la violencia, entre ellos Trump.
Musk se ha involucrado en la campaña republicana, incluyendo una significativa aportación económica. Más allá de la percepción, nadie sabe si está promocionando el contenido de los republicanos o la desinformación.
Para los millones de usuarios de la red social, empezando por las instituciones, esta situación obliga a replantearse la conveniencia de haber depositado el papel de plaza pública oficial en una empresa privada que apuesta por la extrema derecha a nivel mundial y con sede en EE UU.
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