Lucía Alemany, conocida por su habilidad para construir personajes complejos en sus obras anteriores, enfrenta aquí el reto de trasladar una historia cargada de erotismo y dinamismo emocional a la gran pantalla. Pero aunque consigue crear algunos momentos visualmente atractivos, el enfoque general carece de cohesión y de la intensidad que la trama exige.
El ritmo de Pídeme lo que quieras es irregular, con escenas que se extienden demasiado y otras que pasan sin causar impacto alguno, Se intenta equilibrar el drama romántico con las dinámicas de poder y deseo, pero el resultado es una narración que nunca termina de despegar, y las escenas eróticas, lejos de ser intrigantes, caen en la monotonía y la falta de sutileza.
La banda sonora pasa desapercibida y en lugar de potenciar el drama y la pasión, se convierte en un acompañamiento que no logra añadir profundidad.
En definitiva, el guion simplifica en exceso los conflictos y la dirección no sabe equilibrar el erotismo y el drama convirtiendo esta adaptación en una experiencia decepcionante.