He aquí una pregunta que escucho en todas partes, incluso de parte de otros cristianos:
¿Por qué hay tantos cristianos tan crueles?
Todos los monarcas, que lo han sido porque previamente tenían que declararse creyentes, los políticos más poderosos actualmente, en EEUU o en Rusia, se declaran seguidores de Iglesias cristianas, los mismísimos cardenales a lo largo de la historia católica, y así un larguísimo etc ...
¿Por qué hay tantos cristianos tan crueles?
Todos los monarcas, que lo han sido porque previamente tenían que declararse creyentes, los políticos más poderosos actualmente, en EEUU o en Rusia, se declaran seguidores de Iglesias cristianas, los mismísimos cardenales a lo largo de la historia católica, y así un larguísimo etc ...
Nada me preparó, ya que nací en el seno de una de ellas, para el odio de los representantes de las iglesias cristianas. Sus "portavoces", e incluso muchos de sus seguidores se manifiestan habitualmente especialmente enojados e incluso a veces ser especialmente crueles. Y los de "base" me dirán que ellos son muchos y no son así. Pero aceptan voluntariamente pertenecer a grupos cuyos portavoces mas reconocidos dicen lo que dicen. Y más aun, por ejemplo, no reconocen que imponen festejos religiosos que se presentan como celebraciones de las propias iglesias a toda la comunidad civil a toda la sociedad, les rían las gracias o no.
Es una pregunta simple con una respuesta complicada, pero esa respuesta a menudo comienza con una tentación particularmente seductora, común a las personas de todas las religiones: que los fieles, aquellos que poseen la verdad eterna, los que creen en la única "religión verdadera" tienen derecho a gobernar. Según este concepto, la fuerza hace el derecho y el derecho merece la fuerza.
La mayoría de nosotros tenemos instintos morales lo suficientemente sólidos como para rechazar la noción de que la fuerza hace el derecho. El poder por sí solo no es un indicador suficiente de rectitud. Y podremos ver a la gente inclinarse ante el poder por miedo o asombro, pero ceder ante el poder no es lo mismo que reconocer que es legítimo o que es justo.