Merece que su valentía se traduzca en un cambio real y profundo en Francia ... y en toda la Unión Europea. Sin salir de la República, recordemos también a las dos campistas violadas en Marsella en 1978, Anne Tonglet y Araceli Castellano, que consiguieron que la justicia considerase la violación como un crimen, otro gran paso en su momento. La lucha en toda Europa en las últimas décadas sigue consiguiendo sus frutos, pero desgraciadamente, no sin dolor y muerte incluídas.
Sin una política enfocada a desmontar desde la infancia los estereotipos sexistas, sin una ley integral contra la violencia machista, sin una verdadera campaña de sensibilización sobre la sumisión química, el deseo que formuló Gisèle al terminar el juicio de que “mujeres y hombres por igual podamos vivir en armonía, con respeto y comprensión mutuos” no podrá realizarse. Ni en Francia, ni en la UE ni en ningún lugar del planeta.
Y es momento de constatar que el machismo que aún domina Europa, no digamos el resto del planeta, y que está presente en el lenguaje, las relaciones sociales, la música o la pornografía, explica la distancia abismal que existe entre la imagen pública de una persona y su comportamiento en la esfera privada, sea cual sea su edad, profesión, clase o ideología.
Y es momento de constatar que el machismo que aún domina Europa, no digamos el resto del planeta, y que está presente en el lenguaje, las relaciones sociales, la música o la pornografía, explica la distancia abismal que existe entre la imagen pública de una persona y su comportamiento en la esfera privada, sea cual sea su edad, profesión, clase o ideología.