Se pudo leer ayer en la editorial de EL PAIS que la OTAN se está precipitando en unas ampliaciones poco preparadas -en el caso de Croacia y Albania-, con el riesgo de provocar un veto de uno de sus miembros -Grecia ante una Macedonia cuyo nombre no acepta- y de profundizar en el desencuentro con Rusia ante la invitación a Ucrania y Georgia. La razón de estas prisas no hay que encontrarla en las necesidades de la OTAN o de estos países, ni siquiera en el deseo de Washington de que algunos de ellos, como Georgia, sigan contribuyendo militarmente en Irak y Afganistán, sino en el legado que quiere dejar Bush a menos de un año de su salida de la Casa Blanca.
Los países europeos deberían de haber aprendido de la precipitación con que actuaron en la última ampliación de la Unión. Quede claro que no me opongo al hecho en sí, pero considero innecesario incorporar problemas evitables, no conjuntar suficientemente de manera previa a los ya miembros, radicalizar sentimientos entre los partidarios y contrarios a la misma, rebajar niveles de exigencia o acortar plazos previamente estudiados, etc ... y todo para que el Cesar Bush se lleve un currículum más acorde a su gusto.