Parece claro que en la sociedad vasca se están dando cambios de carácter estructural que no están siendo tenidos en cuenta debidamente por el llamado nacionalismo institucional. El descenso electoral continuado que se observa en los distintos comicios celebrados desde el gran triunfo de mayo de 2001 constituye un buen reflejo de esas dificultades sociales, políticas y electorales que hoy padece el nacionalismo para poder abordar con ciertas garantías la dinámica de confrontación política que conlleva, tanto en Euskadi como con el Estado, el proyecto encarnado por el lehendakari. Tiene razón Urkullu cuando señala que probablemente los errores cometidos tienen que ver con una lectura incorrecta de lo que significaban realmente, en términos políticos, los excelentes resultados de 2001.
A la vista de lo acontecido, haría bien el lehendakari en mostrar su disposición favorable a situar como prioritario y preferente el diálogo y el acuerdo entre las formaciones políticas vascas, tomando para ello la iniciativa institucional pertinente. Sería todo un ejercicio de inteligencia y de realismo político, pero también de humildad, que como es sabido es el mejor antídoto contra la obstinación. Sería bueno que el PNV le tomara la palabra a Zapatero, pero sobre todo a los socialistas vascos. Sería bueno que se pusieran todos a prueba, con luz y taquígrafos, respecto de la voluntad real para el diálogo y para el acuerdo, primero, en Euskadi, y, después, con el Estado.
Leído a Xabier Gurrutxaga en EL CORREO