En el marketing comercial hace muchísimo tiempo que se ha evolucionado en esta dirección y las marcas ya no venden “racionalmente”, es decir, exponiendo las características y ventajas de su producto frente a la competencia, sino que venden “emocionalmente”, es decir por el sentimiento, la emoción, los valores que quien compra experimenta al comprar el producto.
Desde el mítico anuncio de BMW en el que por primera vez una marca de coches no enseñaba el coche en su publicidad, sino la “emoción” de conducirlo, hasta el último anuncio de Coca-Cola, maestra en estas lides, vemos la clarísima tendencia en esta dirección.
En política pasa exactamente lo mismo y hace mucho que ya no vale con tener un programa, unas ideas y unos candidatos que las representen. La única manera de triunfar es generar algún tipo de emoción positiva en el electorado, y no tanto convencer en el sentido racional del término.
Yo creo que los partidos se equivocan cuando analizan los resultados electorales racionalmente, porque en realidad el acto de votar es cada vez más un acto puramente emocional, que tiene poco que ver con el raciocinio y es muy similar al enamoramiento.
Cada fuerza política y su electorado se comportan como una pareja de enamorados… se aman, se odian, se necesitan, no pueden vivir uno sin el otro, a veces se hartan y cambian de pareja y otras el desencanto les hace alejarse y acabar solos y desengañados.
(Recogido del blog de Hontza)