La izquierda abertzale viene experimentando un proceso mental de liberación, respecto a ETA y respecto a su propio pasado, para el que no podía haber elegido mejor icono que el amanecer de Sortu. La redacción de sus estatutos y su registro como partido representan poco menos que la culminación de ese proceso mental, al que sus protagonistas insisten en denominar «democrático».
El mecanismo es bien sencillo, aunque presenta alguna sutileza. A primera vista la izquierda abertzale se dotaría de un discurso formal que la distanciaría de la banda terrorista para así congraciarse con el resto de la sociedad y procurar su legalización. Su anuncio de que reprobará la violencia que pudiera ejercer ETA constituye toda una ruptura en la liturgia tradicional del MLNV.
Pero con el nacimiento de Sortu la izquierda abertzale consigue, por encima de todo, desentenderse de ETA; tanto de lo que se le ocurra hacer a la banda como de lo que no pueda alcanzar. Desde el momento en que Sortu adquiere personalidad propia la izquierda abertzale no se siente concernida por los pasos que pudiera dar la banda terrorista.
Si hasta ahora se negaban a emplazar a ETA al abandono de las armas, a partir de ahora eso no les interpela directamente, sino acaso como integrantes del Acuerdo de Gernika y artífices de «la nueva fase política que se abre en Euskal Herria». Se trata de una forma tan instintiva como magistral de desprenderse del lastre acumulado durante tanto tiempo para así poder revolotear con absoluta libertad.
Si hasta ahora se negaban a emplazar a ETA al abandono de las armas, a partir de ahora eso no les interpela directamente, sino acaso como integrantes del Acuerdo de Gernika y artífices de «la nueva fase política que se abre en Euskal Herria». Se trata de una forma tan instintiva como magistral de desprenderse del lastre acumulado durante tanto tiempo para así poder revolotear con absoluta libertad.
Al desentenderse así de ETA la izquierda abertzale se desentiende también de su propio pasado. La negativa a explicar su cambio de rumbo como resultado de un juicio autocrítico hacia su trayectoria anterior se convierte, por obra y gracia de la creación de Sortu, en una tarea bastante más llevadera. Como si el mero registro de la nueva formación eximiera a sus promotores de tener que dar cuentas de algo que hicieron cuando eran otra cosa.
El proceso mental de liberación que viene experimentando la izquierda abertzale permite tanto a sus dirigentes como a sus bases transitar del rictus bronco al gesto amable sin pedir perdón a nadie, y sin siquiera dar explicaciones de ningún tipo.
El proceso mental de liberación que viene experimentando la izquierda abertzale permite tanto a sus dirigentes como a sus bases transitar del rictus bronco al gesto amable sin pedir perdón a nadie, y sin siquiera dar explicaciones de ningún tipo.
La preocupación ciudadana demanda como mucho que certifique la irreversibilidad del camino que ha emprendido, no que demuestre un arrepentimiento sincero. Hoy que estamos en condiciones de vaticinar qué formas adoptará el final de toda esta historia podemos concluir que será insatisfactorio para muchos ciudadanos e incluso hiriente para muchas víctimas del terrorismo.
Por otra parte, en la estrategia militarista la garantía de la autodeterminación residía en la negociación política con el Estado, siendo la cuestión de la legalidad una circunstancia instrumental.Ahora, sin embargo, depositadas las confianzas en la estrategia de la adhesión de la voluntad popular, la legalidad se erige en condición sine qua non para articular esa mayoría ciudadana para la autodeterminación. En esto reside precisamente el fracaso total de la estrategia militar en Euskadi. Es decir, que tras más de treinta años tengan que declarar el rechazo a su violencia para poder conseguir la legalidad.
y Xabier Gurrutxaga