Bochornoso espectáculo el que nos han presentado hoy los políticos de las administraciones más próximas al ciudadano. Dirán que la defensa de las competencias, la falta de una firma o la lucha contra la prepotencia (del contrario, claro) es motivo más que suficiente para no dejar que realice su recorrido un autobús que ya estaba lleno de viajeros. Seguro que el que ha decidido que "ese autobus no arranca por sus cojones" se traslada en coche oficial.
En estos tiempos en los que nos sobra mes para llegar a fin de sueldo, tal como señala Jon Uriarte en su crónica, cuando cada día descubres un nuevo problema, cuando el triunfo del Athletic del domingo es una de las pocas alegrías que te encuentras al abrir el periódico convendría recordar a nuestra clase política que no tenemos el trigémino para ruidos, por no decir otra zona corporal. Si tienen una pelea de egos que la solucionen antes de las fotos. Y, sobre todo, antes de que los ciudadanos pillen asiento. Luego nos pedirán el voto. Verán como ese día el transporte funciona de cine. Sobre todo, los que tengan como destino los colegios electorales.
En definitiva, lo de las lanzaderas huele a cagada prepotente. Y de las gordas.