La naturaleza humana tiene misterios que permiten compatibilizar horrores y bondades en diferentes proporciones. Es conocida la historia de que Hitler era muy cariñoso con sus sobrinos. ¿Cuántas veces se ha repetido la historia del ciudadano ejemplar que ha asesinado a su mujer?
Dos ciudadanos supuestamente ejemplares, o con más precisión, defensores de la vasquidad más profunda, adalides del deporte vasco, baserritarras modernos, luchando por y con sus denominaciones de origen, disfrutando sin rubor de subvenciones del actual Gobierno Vasco (espero que el PP no se lo eche en cara al PSOE).
Y no faltaba tampoco su trabajo con jóvenes, amparados por una premiada fundación para impulsar el juego limpio, la promoción de un estilo de vida saludable y activo, la prevención del dopaje etc ...
Eran individuos muy conocidos, populares y seguramente apreciados dentro de su comunidad.
Pero detrás de esos ciudadanos respetados en su comunidad se ocultaban auténticos monstruos, colaboradores necesarios fríos y continuados de asesinatos y otras tropelías.
Algo que puede, en principio, aparecer en cualquier sociedad. Pero el que una parte importante de la sociedad no se horrorice por este hecho e incluso defienda al monstruo descubierto basándose en sus supuestas bondades públicas quiere decir que esa parte de la sociedad está enferma, que todavía no ha entendido qué significan los valores de democracia, libertad y tolerancia.
Ciudadanos increpaban a los policías que llevaban detenidos a los hermanos Esnaola. Tal vez algunos de ellos ignoraban las dos toneladas de explosivos que guardaban en sus propiedades rurales, pero tengo la convicción que muchos de ellos, aun sabiéndolo, lo hubiesen hecho igual.
Lo escribe Thoby en su blog, Linda caritza street y hago mias sus palabras.