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La única mayoría social válida, en las sociedades democráticas, es la mayoría parlamentaria y lo demás son conglomerados que ocultan, a base de ruido y presión, la menesterosa entidad de la mitosis frondosa. Entiendo que el nacionalismo tiene un grave problema con su profusión de marcas y señuelos, pero no es de recibo que su proyecto de futuro se limite al logro de la ansiada unidad abertzale.
El futuro del País Vasco requiere de mayorías que rebasen ampliamente los bloques que históricamente se han conformado y el nacionalismo debe resolver sus cuitas por la hegemonía para contribuir a un pacto entre nacionalistas y quienes no lo son para sacar a Euskadi del atolladero. Un pacto de alcance nacional que aglutine al constitucionalismo y al nacionalismo menos etnicista.
A algunos se les llena la boca hablando de ilusión y de nuevas eras en ciernes, pero su horizonte es demasiado estrecho para abarcar el futuro. Bien está que los abertzales se unan, pero no para arremeter contra el resto de la sociedad. Es bueno que se unan para pactar y establecer las reglas de juego de una Euskadi libre del síndrome identitario; pero tanto Bildu como Batu no dejan de ser pobres apaños contra la inexorable mitosis abertzale. Les falta ambición política. Su campana solo suena para la parroquia. Así es imposible construir una nación de ciudadanos.