El problema no es que haya hombres malos con furgonetas negras que se lleven a niños de los colegios, ni que circulen por WhatsApp fotos de universitarias de Deusto desnudas, ni que algunas jóvenes se metan tampones empapados en vodka en la vagina para emborracharse, ni la inseguridad de las Wi-Fi abiertas, ni que en las redes sociales y a través de los sistemas de mensajería los rumores se extiendan con una rapidez increíble, ni… El problema es la credulidad. Vivimos en una sociedad en la que hay más información que nunca y esta circula más rápidamente que nunca, y en la que gran parte de la población se cree cualquier cosa.