La Unión Europea acaba de reconocer su incapacidad para hacer algo razonable a fin de impedir que se repitan tragedias como las de Lampedusa. No hay acuerdo posible al respecto.
Y no sólo porque ningún país está dispuesto a sufragar los costes que implicaría cualquier operación seria en esa dirección, sino, sobre todo, porque ninguno de los grandes partidos europeos está dispuesto a afrontar la impopularidad que en sus territorios nacionales les acarrearía apoyar políticas que, a la postre, beneficiarían, aunque fuera en extremis, a los inmigrantes.
Porque esto, creen esos partidos, sería dar votos a una ultraderecha que está creciendo electoralmente en todo el continente. Gracias a esa lógica, la ideología xenófoba y neonazi está ganando la partida sin mojarse, y todo indica que va a continuar haciéndolo.