Mariano Rajoy pronunció como si nada una frase de antología, tan elusiva como ambigua, pero dotada a la vez de un cierto tono oracular probablemente indeliberado: «A veces hemos cometido errores pero somos como somos», dijo.
Fíjense. Primero ese «a veces», inconcreto y borroso, tan poético en el fondo, que viene a sonar como ‘de ciento a viento’, o algo así. Luego el astuto subterfugio del «hemos cometido errores», que parece llevar implícita su propia disculpa, ya que, por una parte, ¿quién no comete errores? Y por otra, ¿acaso no es de sabios reconocerlo? Y por último, la oscura tautología del «somos como somos», que detrás de la conjunción adversativa no denota sino una autoafirmación bastante prepotente que trata de minimizar la importancia de esos supuestos errores, fueran cuales fueran, que no se dice.
Pero, como bien sabemos, no hay error más infame que llamar intencionadamente ‘error’ a algo que no lo es. Uno puede, por supuesto, cometer errores de apreciación, de cálculo cuando se ve obligado a calibrar la magnitud de lo desconocido. De lo probable o improbable que es que suceda algo que no podemos conocer o controlar al cien por cien. En ese sentido, podríamos decir que el desconocimiento es el líquido amniótico en el que nos desenvolvemos. Pero el robo, el fraude, la malversación no son errores, son delitos. La prevaricación, la información privilegiada, los sobornos, son delitos, no errores. Un error es algo involuntario. Es puntual. Es un desacierto no deliberado que uno asume y corrige por su bien lo antes posible.
La corrupción política es una práctica deliberada y tenaz que se prolonga en el tiempo y que se ramifica patológicamente formando tramas cada vez más tupidas y obstinadas. No se puede llamar error a eso. «Somos como somos», dice Rajoy como quien esgrime una declaración de principios. ¿Acaso alguien lo duda?
Para bien o para mal, ya nadie ignora que el PP es como es.
F.L.Chivite en Vocento