Al duende que recorre el mundo aclamado por los analfabetos políticos -fascinados por los halagos de gobernantes que parecen de la época de Aristófanes- le llaman populismo.
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Como resultado de esa paranoia, en una campaña sucia, un racista puede llegar mañana a la presidencia de Estados Unido. El rebrote de xenofobia, con empalizadas, trae en América y en Europa el "aire que huele fuerte, como el aliento de un grito, como a odio enterrado" (Terror y miseria del Tercer Reich).
No estamos ante una escalada de la lucha de clases; muchos de los caudillos que protagonizan el bonapartismo mugriento son millonarios; están apoyados por los profesionales de las clases medias y los propios emigrantes que no quieren compartir su miseria con los nuevos hermanos del éxodo.
Los conductores de muchedumbre emplean la retórica de los de abajo contra los de arriba, el pueblo contra las élites. Esa cosmovisión atizada por la demagogia llega con botas de pisar parias.